sábado, 27 de marzo de 2010

Los Libros Sibilinos

Narra la leyenda que una anciana de aspecto misterioso se presentó ante el rey Tarquinio Prisco o Tarquinio el Soberbio: se trataba de la Sibila de Cumas.

La anciana pedió un elevado precio por nueve libros que ofreció al monarca, pero el rey burlándose de ella se negó a pagarla. La anciana quemó tres, y pidió el mismo precio por los seis restantes.

De nuevo el rey se negó y la anciana quemó otros tres. Finalmente, bien por la curiosidad que despertó en él, o por consejo de los augures, compró los tres libros restantes, al mismo precio marcado al principio por los nueve.

Los libros sibilinos eran unos libros mitológicos y proféticos de la antigua Roma.

Invictus

By William Ernest Henley

Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.

In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.

Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.

It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.

“Invictus” is a poem written in 1875 by English poet William Ernest Henley.

martes, 23 de marzo de 2010

Henry Drummond

El tiempo no transforma al hombre. El poder de la voluntad no transforma al hombre.
El amor transforma.

viernes, 19 de marzo de 2010

El anillo

EL ANILLO


Hacia el siglo XII el maestro Agbahar era reconocido por todos en Medina por su sabiduría. A él concurrían muchos en busca de consejo y aliento. Yuzzef hizo un largo viaje para llegar a la casa del Maestro, y al llegar su turno le dijo:

­ Maestro Agbahar, siento que la vida me da menos de lo que merezco… sé que debería estar mejor, ser más feliz, poseer más riquezas, y sin embargo mi vida es mediocre y en el fondo poco placentera…

­ Bien, bien… ­contestó el maestro­ Mira… en estos momentos tengo un problema yo, así que te pido tu ayuda para resolverlo y luego podremos seguir con lo tuyo.

Yuzzef se sintió sorprendido de que el Maestro no tomase en cuenta su pregunta y le saliese con esta respuesta, pero no pudo menos que decir:

­ ¿Qué necesita, Maestro?

­ Tengo que vender urgente este anillo por no menos de una moneda de oro…
te pido que tomes tu caballo, vayas al mercado y lo vendas… pero no aceptes menos de una moneda de oro!

Dicho esto, tomó el anillo de su dedo y se lo entregó a Yuzzef quien ­bastante molesto, para qué negarlo­ subió a su caballo y se dirigió al mercado a cumplir el encargo. Una vez en el mercado, Yuzzef ofreció a la gente que pasaba el anillo pidiendo el precio que el Maestro le había indicado. No consiguió más que burlas de la gente…

­ Una moneda de oro por ese anillo!!! Muchacho, tú sí que estás loco… te ofrezco tres de cobre y esta daga…

La mejor oferta que recibió la obtuvo de una dama de buen aspecto, quien envió a su criado para que ofreciese una moneda de plata. Horas después, y ya cuando el mercado empezaba a cerrar, Yuzzef, agotado por el esfuerzo y totalmente decepcionado de tan ridículo encargo, optó por regresar a la casa del Maestro. En el viaje de regreso, incluso pensó para sus adentros:

­ ¿Será realmente Agbahar tan buen Maestro y sabio como se dice?… ¿o sólo
un viejo ñoño y ambicioso que pretende una moneda de oro por este pedazo de
lata si valor?

Al llegar dijo, con cierto tono de molestia en su voz:

­ Agbahar… me desgañité en el mercado ofreciendo este anillo a todos los que pasaron, pero lo máximo que obtuve fue la oferta de una moneda de plata…

­ ¿Ahá?… ­dijo el Maestro casi sin mirar a Yuzzef­, entonces hazme otro favor. Ve a la casa del Joyero Real que está frente a la Mezquita y dile que te indique el valor del anillo… pero no se lo vendas, te ofrezca lo que te ofrezca… ¿has entendido?

Allí partió Yuzzef a cumplir el nuevo encargo, decepcionado y con la sensación de que el viejo lo tomaba como un sirviente y para peor, no había prestado aún ninguna atención a su consulta. Al llegar al sitio indicado, encontró al Joyero Real casi a punto de cerrar su negocio. Con algunos ruegos consiguió que entrase nuevamente y analizase el anillo.

­ ¿Y cuánto cree que puede valer esto? ­preguntó Yuzzef, convencido de
antemano del escaso valor de la pretendida joya.

­ Bueno… la verdad es que… yo diría… ­titubeaba el Joyero Real mientras miraba el anillo desde todos sus ángulos­ …digamos que podría llegar a valer unas setenta monedas de oro… pero bueno, dado tu apuro yo podría pagarte ya alrededor de cincuenta… cincuenta y tres máximo.

La mandíbula de Yuzzef cayó dando a su rostro una estúpida imagen e impidiéndole articular palabra alguna. Esto sin duda fue tomado por el Joyero como una hábil estrategia de regateo, ya que sin darle tiempo a recuperarse le dijo.

­ Está bien, está bien… veo que eres un duro negociante, pero no tengo
forma de conseguir más de sesenta y dos monedas de oro en este instante.

Yuzzef, sin poder articular palabra aún, logró recuperar el anillo de la mano del Joyero ­que se resistía a soltar la joya­ y regresó a la casa de Agbahar. Al ver su rostro sorprendido, Agbahar le dijo:

­ Hola Yuzzef, ¿qué te ha dicho el Joyero?

­ Realmente no lo puedo creer… cotizó el anillo en 70 monedas de oro y llegó a ofrecerme 62 en ese mismo momento… ¿quiere que regrese y se lo venda?

­ No, Yuzzef ­contestó el viejo mientras volvía a colocarse el anillo en su dedo­. Conozco el valor del anillo y se trata de una joya más valiosa aún de lo que el pillo del Joyero te la cotizó… este anillo perteneció a Mustafá II, el Supremo Sultán. Aquí está su sello, y cualquier Joyero puede reconocerlo al instante.

­ Pero… no entiendo… ¿y por qué nadie en el mercado llegó a ofrecer más que unas pocas monedas de cobre por él?

­ Porque, Yuzzef, para advertir el valor de ciertas cosas hay que ser un experto. La gente en el mercado a lo sumo podría advertir el brillo del oro o el tamaño de una piedra inscrustada, pero ninguno de ellos reconocería el Sello Real en el anillo.

Luego de invitar a Yuzzef con un gesto de su mano a sentarse, Agbahar prosiguió:

­ Lo mismo ocurre con tu vida… estás esperando que la gente te reconozca… o que el destino te favorezca, y no adviertes que el verdadero valor lo da el “sello real” que todos tenemos dentro… Regresa y saca provecho de tu vida, no por lo que los demás opinen o te den, sino por el verdadero valor de tu “sello real”.

Ley de Jante

La Ley de Jante es una ley ficticia creada por el autor danés/noruego Aksel Sandemose en su novela En flygtning krydser sit spor (Un refugiado sobre sus límites) (1933)
Dice asi:

1. No pienses que tú eres especial.
2. No pienses que tú estás a la misma altura que nosotros.
3. No pienses que tú eres más listo que nosotros.
4. No pienses que eres mejor que nosotros.
5. No pienses que sabes más que nosotros.
6. No pienses que eres más importante que nosotros.
7. No pienses que eres bueno en nada.
8. No te rías de nosotros.
9. No pienses que preocupas a alguien.
10.No pienses que tú puedes enseñarnos algo.
Una undécima norma fue añadida más tarde por Sandemose:
11. ¿No crees que sabemos algo sobre ti?

Diógenes y las lentejas

Diógenes y las lentejas

Un día estaba Diógenes comiendo un plato de lentejas. En ese momento llegó Aristipo, otro filósofo que vivía con lujo adulando al rey Alejandro Magno y le dijo: "Mira, si fueras sumiso al rey, no tendrías que comer esa basura de lentejas". Diógenes le contestó: "Si tú aprendieras a comer lentejas, no tendrías que degradarte adulando al rey"

miércoles, 17 de marzo de 2010

SIC TRANSIT GLORIA MUNDI

SIC TRANSIT GLORIA MUNDI.
De ese modo define San Pablo la condicion humana en una de sus epístolas: La gloria del mundo es transitoria . Y, aun así, el hombre siempre parte en busca del reconocimiento por el trabajo.

-Paulo Coelho - Ser como el rio que fluye-